Ocho gigantes tomaron el Prado habanero, fungieron el mar con las nubes y trajeron el cielo a la tierra gracias a la Utopía del fotógrafo Gabriel Guerra Bianchini que existe hoy en esta ciudad.
Es la primera vez que el emblemático paseo capitalino acoge
en sus inmensos portales una obra de semejante formato,
compuesta por 16 fotografías sostenidas en ocho monolitos que
renuevan y rompen con la imagen del entorno habitual.
La estructura utilizada en el mundo para la publicidad llegó
por primera vez a Cuba con esta pretensión artística de sacar
el arte de las galerías, una idea que Bianchini deseaba poner
en práctica y logró durante la XIII Bienal de La Habana.
Cuando expones en la calle el objeto deja de pertenecerte y
pasa a ser del otro. La obra tiene pulso y respiración, y
cobra vida gracias al movimiento de la gente, sus miradas y
gestos, afirmó a Prensa Latina.
Si te figuras en cámara rápida el movimiento diario de las
personas la pieza cobra ese ritmo y deja de ser inanimada,
expresó el artista mitad suizo y mitad cubano, amante de la
música.
Como un padre preocupado por sus hijos visita a diario el
Prado. En su recorrido disfruta de las libertades que se toma
el transeúnte en interpretar las imágenes y realizar
razonamientos muchas veces contrario al concepto primigenio.
Cuando el público camina de la calle Colón hacia Genio
contempla la serie El espejo y la mar, salida de una vivencia
íntima que tuvo lugar en La Habana y cobra vida en esta
historia de amor conceptual y surrealista.
Un poema de su autoría conduce la leyenda que se hilvana en
cuadros para hablar de la añoranza, la tristeza, el
infortunio, la ansiedad y la pasión de dos enamorados.
Del otro lado, las obras hablan de un país rodeado de nubes y
de un horizonte poético y esperanzador que te invita a soñar
contemplando celajes como si fueran pedazos titánicos de
algodón.
En las instalaciones se percibe la isla de cristal, la isla
donde el amor es un iceberg, la isla joven que pesca y no mira
a la pantalla, la isla que espera.
Allí, existe el sueño del artista y el de cientos de personas
que a diario se reconocen en el anciano sentado en el malecón,
los jóvenes abrazados tratando de divisar el futuro y el niño
que juega.
El fotógrafo ha tenido la sorpresa de dialogar con esos que
una vez aparecieron de forma imprevista en su lente. Sabe bien
del resultado que generan las reacciones de los observadores.
La experiencia la vivió en 2017 cuando intervino la plaza de
la catedral de esta ciudad con la primera parte de la
exposición compuesta entonces por diez gigantografías.
La isla aislada fue el nombre inicial de aquella muestra que,
más tarde, pasó a llamarse Es la esperanza y luego derivó en
El cielo en la tierra, títulos sugeridos por los propios
espectadores.
Aún la Utopía es perceptible en la concurrida arteria habanera
y su pretensión, a futuro, es llegar a la quinta avenida del
municipio capitalino de Playa y a todos los paseos de los
centros históricos de Cuba y del mundo.
by Prensa Latina
Como la entrada a un oasis luego de su extensa caminata por el malecón, llegó el viajero al Paseo del Prado y qué encontró allí: el propio paisaje recorrido, pero proyectado en la récamara del sueño, envuelto en la aureola de lo real-maravilloso.
Se trata de Utopías en Prado, la monumental galería al aire libre de Gabriel Guerra Bianchini. Dieciséis fotografías imantadas por los encantos de la luz en ese sitio único de la urbe. Aquí conviven varias generaciones que comparten la magia del malecón, el espacio de mayor democracia y socialización en la capital. Niños que pescan sueños; ancianos que buscan otra realidad en sus teléfonos; enamorados que se convierten en reflejos de sí mismos; atardeceres que devuelven la fe.
Leonardo Padura